"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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27-06-2016 |
Los maestros y el cambio en la conciencia popular
Miles de profesores marcharon el 20 de junio en la ciudad de Oaxaca para condenar los hechos ocurridos en Nochixtlán. Foto Cuartoscuro / Arturo Pérez Alfonso
Guillermo Almeyra
Lo que para un país es política nacional, en el resto del mundo forma parte de la realidad internacional, o sea de relación de fuerzas mundial entre los explotados y oprimidos y sus explotadores y opresores. Las escandalosas agonías del kirchnerismo argentino y del Partido de los Trabajadores brasileño reforzaron en efecto la dominación capitalista en todos los países; por el contrario, las huelgas francesas y en particular la heroica y larga lucha de los maestros agrupados en la CNTE, dan ánimo a los trabajadores y los ayudan a avanzar políticamente y a elevar su nivel de conciencia.
Por eso prefiero analizar las posibles consecuencias de lo que a mi juicio hay que destacar, aunque en estos días se concentraron acontecimientos muy importantes. Quedan, pues, para otra ocasión los posibles efectos del retroceso impuesto por la presión nacional al gobierno francés en su primitiva decisión de prohibir, por primera vez desde la guerra de Argelia, la realización de una manifestación sindical. O del voto de los trabajadores británicos –contra la intelectualidad, las clases medias y el establishment – por la salida de la Unión Europea. O la derrota del gobierno italiano y la altísima abstención electoral y el fin de los combates en Colombia logrado con mediación cubana o, por último, las elecciones en España en las que seguramente la derecha sufrirá un duro golpe.
Los maestros –en particular los rurales– forman la parte peor pagada y menos considerada de la intelectualidad mexicana. Son un puente entre las instituciones de un semi Estado corrompido y reaccionario y el sector más pobre de la población (indígenas, comunidades, pueblitos dispersos, colonias populares). Desde la orilla institucional, el Estado les paga una miseria para que enseñen las cuatro operaciones matemáticas esenciales, a leer y a escribir algo sencillo y para que difundan –tal como los medios de información– la ideología de las clases dominantes para mantener sometidos durante toda la vida a sus alumnos, porque el gobierno teme a los ciudadanos y quiere fabricar súbditos sumisos. Pero, desde sus lazos con la realidad social aprenden a pensar críticamente y se sindicalizan rechazando a los charros, que son agentes del gobierno y del capital. Por eso, en todos los continentes los maestros surgieron siempre líderes sindicales y populares.
Destruir su fuerza sindical, matar o encarcelar a sus dirigentes independientes, ha sido y ahora, en particular, es el objetivo del gobierno, que no puede aceptar la resistencia obrera y popular (como la de los electricistas del SME o de los maestros de la CNTE) y, como no tiene una fuerte oposición en el terreno político, busca eliminar también la social y sindical.
Además, en su periodo de ascenso, el capitalismo necesitaba mano de obra sana y con un mínimo de educación para manejar las máquinas cada vez más complejas. Ahora, en cambio, los gobiernos hablan sobre el capitalismo de conocimiento , pero pensando en los técnicos e informáticos, pues consideran excedentes y carísimos a los trabajadores poco o mal instruidos que antes producían en masa. De ahí las reformas a las leyes de educación en todas partes (Argentina, Brasil, México), los bajos salarios de los maestros y el intento de reprimir a las organizaciones magisteriales.
Mientras esas organizaciones aparecen enfrascadas en luchas sólo sindicales, por legítimas que sean, no faltan los ignorantes, los imbéciles y los envidiosos que critican los supuestos privilegios de los profesores. Pero Ayotzinapa y ahora Nochixtlán y las movilizaciones populares subsiguientes han abierto muchos ojos y destapado muchos oídos. Amplísimos sectores sociales (eclesiásticos, pequeños comerciantes, pequeños empresarios, profesionistas como los médicos y los profesores universitarios, estudiantes que se preparan para dirigir México en el futuro) defienden y apoyan a los heroicos maestros oaxaqueños y chiapanecos de la CNTE. El gobierno debe estar asustado porque entre los asesinados en Nochixtlán, Oaxaca, hay indígenas, pequeños comerciantes y hasta un catequista que curaba los heridos, pero ni un solo profesor de la CNTE.
También gracias al aumento del nivel de conciencia popular frente a estas matanzas, el odio y el repudio a un gobierno asesino subieron un grado más. Ya se ha comprendido que no estamos sólo ante una represión antisindical, sino que el objetivo principal del régimen es acabar con los márgenes democráticos, destruir las bases mismas de la educación nacional de masas, imponer una dictadura militar disfrazada.
El salto en la subjetividad y la comprensión de los oprimidos fue muy grande, sobre todo en el sur: Chiapas, Oaxaca, Guerrero. Ante el repudio nacional organizado y creciente, el gobierno, que había declarado que no aceptaba dialogar terminó aceptando discutir. Ahora bien, con la CNTE no se puede discutir en general porque lo que están en juego es la derogación de la llamada reforma, la liberación de los dirigentes secuestrados y tomados como rehenes con acusaciones que nadie cree y el castigo a los asesinos.
Es posible, por tanto, que el gobierno intente bajar algunas marchas en la velocidad de su ataque y haga algunas concesiones menores para tratar de impedir nuevas manifestaciones populares (porque éstas lo obligan a negociar). Intentará superar esta tormenta, pero de aquí a 2018 no tiene ni mucho tiempo ni muchos medios para agravar la represión. A la mexicana, puede agregarle en cambio a ésta intentos de cooptación de dirigentes sindicales y políticos opositores siguiendo la fórmula de Obregón, según la cual ningún general resistía un cañonazo de 50 mil pesos. La garantía contra esa posible maniobra es el aumento de la movilización popular junto a los maestros y el firme reclamo de democracia y de legalidad. Ese será, de paso, el voto mexicano contra Trump.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/06/26/opinion/016a1pol